Un lenguaje particular paisa y de las comunas que recuerda Rodrigo D. No futuro de Victor Gaviria, Apocalipsur de Javier Mejía, y de alguna manera el trabajo en los semáforos rememora o cita La sociedad del semáforo de Ruben Mendoza, o a los jóvenes de La Virgen de los Sicarios de Barbet Schroeder. Los giros de estos jóvenes que viven si muchas esperanzas, disfrutan del momento. El éxito no se hizo para ellos y ellas. Sino la inspiración en la rebeldía, en la música punk, en el grafitti delata las ganas de romper con el orden establecido o el destino.
En esta película la droga no pulula como en otras sino en la fiesta a la vida a través del cuerpo de artistas callejeros. Los alucinógenos son "las niñas", planticas de marihuana que son cultivadas por los propios consumidores. Esto me hizo acordar de una compañera del trabajo que tenía sus propias plantas de marihuana, y decía que eso era autoconsumo y por eso le interesaban las huerta urbanas.
Las madres son las madres en esta película. Puede ser la mamá de verdad o natural, o la señora que la arrienda la casa, o la tía, o la madre que trabaja en el extranjero y no aparece en escena sino por conversaciones telefónicas con su hija. O madres muertas por el matrimonio y el maltrato del esposo, madres de clase media que dedicaron su vida a una familia rota. Y la religión como aliada de la crianza de las madres, que buscan que esta juventud se enderezca y no se vaya con el demonio.
Pero la música que mueve a estos jóvenes es el punk de la banda Los ODIO. El pipas es un actor que toca en la banda en la vida real. Esta incursión de los actores naturales con una excelente dirección, montaje y música hacen de esta película, estéticamente muy bella. Fue tanto el "ome" que vi la película dos veces. También hay que decir que la escala de grises muestra que la vida no es blanco ni negro, sino una gama de grises.
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