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viernes, 13 de enero de 2017

María

María es la tía más cercana de mi familia materna. Fuimos a visitarla el viernes 6 de enero de 2017. No teníamos dinero con F. Así que nos fuimos a pie y confiando en la suerte de que un auto nos llevaría si echábamos dedo o hacíamos auto stop.

Más de buenas que en el camino de ida nos levantaron dos carros, un campero y un taxi. Al principio nadie hablaba. Después de un rato en el vehículo -iba una pareja jóven y un bebe-, la señora pregunta ¿estaban esperando un bus o algún carro que los llevará? Y después siguieron las preguntas, ¿de dónde es?, ¿qué hace?, ¿para dónde va?, etc.

Llegamos a donde la tía y no estaba. Nos fuimos al río y F se bañó en el agua helada. Se quitó toda la ropa y pasó dos veces por el agua.  La felicidad no nos cabía en el cuerpo. Yo le pegaba a las piedras con un palo, gritaba diciendo incoherencias. F salió rápido de esa agua cristalina y nos fuimos para la casa de la tía. Nada que aparecía. Solo estaban tres perros flacuchentos que ya ni nos ladraban. Así que nos fuimos para otra casa que tienen. En ese camino la encontramos con el primo Miguel.

La tía dijo ¡¿Qué hacen mis amores?! Ella y su hijo son muy tiernos. Paraban cada vez que pasaba un carro y se despedían de los pasajeros. Quedó aburrida o desinflada porque mi mamá no fue a visitarla. Fuimos a su casa y allí nos brindó vino con galletas. Luego hizo chocolate y nos dio con pan y cuajada. Yo prendí la estufa de leña para que ella cuajara la leche. Después dijo que esperáramos al almuerzo mientras tanto F, Miguel y yo fuimos por leña al río. Y por ratos estuve picando piedra.

Luego llegó el primo Juan. Almorzamos y regresamos caminando. En el cielo se visualizaba un aguacero. Nos cogió un poco de lluvia en el alto, límite entre San Mateo y La Uvita. Bajamos lento pero seguro. El camino al alto fue espectacular. Unos musgos y camino enmontado. Ya casi nadie lo transita. Eramos reyes de ese bosque. Había unos cedros con musgo negro, negro. Debe ser para cuidarlo de algún bicho u otra especie que vive a expensas.

Llegamos a la casa a las 5 de la tarde. Demostramos que nos gastamos ni un centavo y la pasamos de pelos. Mi mamá, la tía y los primos dijeron que éramos loquitos. Pero el cansancio no te deja pensar sino que te deja vacío y feliz.

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